Las memorias del exsecretario de Defensa, Mark Esper, ofrecen una mirada excepcional para entender la lucha desatada en la Casa Blanca entre quienes apoyaban una invasión a Venezuela y los que se oponían. En privado sabían que el líder opositor, Juan Guaidó, no lograba fracturar el régimen autocrático de Nicolás Maduro.
Funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) de la Casa Blanca idearon en junio de 2020 un plan para atacar un puerto al noreste de Venezuela donde barcos con petróleo iraní estaban abasteciendo al régimen de Nicolás Maduro, recuerda el exsecretario de Defensa Mark Esper en sus memorias.
La idea nunca llegó al escritorio del presidente Donald Trump, pero fue uno de los varios planes que Robert O’Brien, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca en el último año de la administración, debatió con funcionarios de alto rango para responder al desafío y amenaza que representaba la alianza entre Venezuela e Irán.
Esper en su libro, A Sacred Oath (Un juramento sagrado), que se publicó el 5 de mayo, retrata los pormenores de una agenda de seguridad nacional que estuvo marcada por la situación de Venezuela y una postura belicosa por parte de funcionarios cercanos a Trump que muchas veces no medían las consecuencias de sus planes.
Para el exsecretario de Defensa, si bien Maduro era un dictador y la alianza con Rusia, China e Irán era de gran preocupación, “ninguna de estas razones justificaba arriesgar la vida de los miembros del servicio estadounidense”.
Una opinión que “creo Mike Pompeo, el secretario de Estado y (John) Bolton, el exconsejero de seguridad nacional, compartieron conmigo. Había otras formas de abordar estas cuestiones de Venezuela”, subrayó el veterano de la guerra del Golfo.
El exsecretario Esper declinó una entrevista con el Proyecto Itempnews para hablar de sus revelaciones
Trump estuvo obsesionado con Venezuela desde los primeros días de su administración, con miras a usar la fuerza militar para derrocar al régimen autoritario de Maduro.
Fue el 11 de agosto de 2017 cuando habló por primera vez sobre las “muchas opciones para Venezuela”, incluidas las militares, que desde entonces sus funcionarios más leales barajaron en privado.
Sin embargo, a medida que pasaban los meses los analistas del Pentágono y la Casa Blanca descartaron en varias reuniones el uso de la fuerza, lo que no evitó que la administración usara la amenaza militar como un arma discursiva.
A lo largo del capítulo 11 – “Medidas desesperadas”- el cual está dedicado a Venezuela, Esper revela pormenores hasta ahora desconocidos sobre el único encuentro entre Trump y el líder opositor venezolano, Juan Guaidó, a quien la Casa Blanca reconoció en enero de 2019 como “presidente legítimo” de ese país suramericano.
Como último secretario de Defensa que el Senado confirmó en la administración de Trump, entre 2019 y 2020, Esper comparte detalles de reuniones donde sus colegas encargados de la seguridad nacional contemplaron un bloqueo marítimo a Cuba, un bombardeo a Venezuela, o el envío de fragatas de guerra a Cabo Verde para evitar que un aliado de Maduro escapara de la extradición.
Las 725 páginas de memorias de este veterano de guerra y empresario de la industria militar que se convirtió en el 27.º secretario de Defensa son estelares al provenir del santo sanctórum del poder hegemónico de EEUU, sus fuerzas armadas.
Además, retratan los meses finales de Trump en la Casa Blanca marcados por decisiones volubles, el curso de la pandemia, y el impulso de ciertos funcionarios de la seguridad nacional que actuaban en solitario sobre decisiones significativas.
El informe
Esper, quien fue despedido por Trump semanas después de perder la reelección en noviembre de 2020, reveló que la comunidad de inteligencia estadounidense manejó a mediados de junio de 2020 que “Venezuela estaba buscando activamente comprar armas a Irán”, lo que alimentó la postura belicista de muchos funcionarios.
“Teherán aún no había aprobado nada específico, pero la lista de artículos aparentemente abarcaba desde armas ligeras y botes pequeños hasta misiles de largo alcance que podrían llegar a EEUU. Esto último fue lo que llamó mi atención”, escribió.
“O’Brien -el asesor de seguridad nacional de EEUU- fue directamente a la yugular, proponiendo un ataque militar en un puerto marítimo al noreste de Venezuela, donde se encuentra un gran complejo para cargar y descargar productos derivados del petróleo dentro y fuera de los barcos”, dice en libro.
El lugar del potencial ataque aparece tachado por el equipo de revisión del Pentágono que se encarga de examinar el material que será divulgado por los exfuncionarios en sus publicaciones, para evitar que compartan información clasificada que afecte la seguridad nacional.
Según Esper, “O’Brien argumentó: “‘Si los barcos son demasiado difíciles de interceptar, entonces deberíamos considerar interrumpir el puerto donde descargan su carga. Esto interrumpiría aún más sus suministros de energía y provocaría más disturbios (en Venezuela). Los medios podrían ser un ataque aéreo o el uso de Navy Seals’”.
“Desde mi punto de vista, ahora estábamos claramente en la categoría de ‘no guerra’ de las líneas rojas que había establecido a principios de junio, solo unos días antes”, criticó el exsecretario.
“Comenzamos con la interdicción del petróleo iraní en alta mar y ahora estábamos discutiendo un asalto militar contra Venezuela, que tenía pocas probabilidades de lograr el objetivo real de EEUU de alcanzar la salida de Maduro e instalar a Juan Guaidó como presidente legítimo”.
La planeación del ataque, sin embargo, vino del equipo del Consejo de Seguridad Nacional liderado por O’Brien, de acuerdo con el testimonio de Esper, en una medida desesperada por presionar a otras agencias y al Pentágono por un visto bueno para finalmente presentarlo a Trump.
“El 19 de junio por la noche, el equipo político del Departamento de Defensa recibió un resumen, y el grupo acordó desarrollar opciones cinéticas y no cinéticas, tanto abiertas como **** que podrían interrumpir los envíos de petróleo y armas de Venezuela. Las opciones tendrían que incluir medidas que tuvieran un impacto material en los objetivos industriales clave y otros objetivos de alto valor”.
De acuerdo con Esper, “el Consejo nos ordenó preparar estas opciones para el 23 de junio, a 4 días de distancia, y estar listas para informarlas al presidente a principios de julio”.
“¿Qué? ¿De dónde demonios vino esto? Mis notas decían que nosotros, y todos los departamentos y agencias presentes, deberíamos desarrollar ideas para interceptar los envíos, y que estos no serían cinéticos. Además, faltaban 90 días para el plazo, alrededor del 9 de septiembre. No podía creer que el Consejo estuviera impulsando tal agenda”, recordó el exjefe del Pentágono.
Con una pandemia que estaba matando a cientos de estadounidenses al día, y a cinco meses de las elecciones que podían costarle a Trump su permanencia en la Casa Blanca, las decisiones del más alto nivel de seguridad eran vista con un peso político mayor, por lo cual Esper apeló a un aliado del presidente para disuadir el plan.
“Tomé la línea segura y llamé a Mark Meadows (el jefe de Gabinete de la Casa Blanca). Sabía cuál era su posición sobre este tema, pero quería confirmarlo antes de llamar a O’Brien”.
“La misión del jefe del gabinete era lograr que el presidente fuera reelegido, por lo que entendió que las desventajas políticas de la acción militar en las semanas previas a las elecciones superaban las ventajas en la mayoría de los casos. Eso fue particularmente cierto cuando el presidente había estado prometiendo durante 4 años sacar a EEUU de las ‘guerras interminables’, no comenzar otras nuevas”, recordó.
Es común que, antes de las reuniones con el CSN, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Estado, el Pentágono entregue opciones militares para ser revisadas primero a nivel de asesores, anota Esper.
Pero en los 16 meses que estuvo en el cargo, “di órdenes a mi equipo de nunca entregar opciones militares, y ni siquiera discutirlas” en relación con Venezuela, lo cual se convirtió en una estrategia para apaciguar a quienes apostaban por esta medida.
Otro elemento que tuvo peso para rechazar el plan de O’Brien provino de la CIA.
En las discusiones sobre la propuesta del ataque, la central de inteligencia planteó que el ataque sería contraproducente causando un efecto de apoyo hacia Maduro por parte del pueblo venezolano.
“Sin duda era una fuerte reacción que podría escalar a un conflicto y probablemente reunir al pueblo venezolano detrás de Maduro. La respuesta de la Agencia ayudó a alejar la discusión de hablar de acción cinética”, escribió Esper.
La acción militar cinética se usa para definir lo que implica una guerra activa, incluida la fuerza letal. La frase se utiliza para contrastar entre la fuerza militar convencional y la fuerza “blanda”, incluida la diplomacia, las sanciones y la guerra cibernética.
La mañana en que no sucedió
Para el presidente Trump la figura de Juan Guaidó, a quién reconoció como presidente interino de Venezuela en enero de 2019, no equivalía a la de un líder fuerte que pudiera enfrentar el poder autoritario de Maduro, admitió Esper.
“Trump dudaba de la capacidad de Guaidó para derrocar a Maduro. Lo veía débil. Luego giró rápidamente y habló con admiración de la esposa de Guaidó, Fabiana Rosales, a quien había conocido en la Casa Blanca en marzo de 2019”.
La describió como “‘muy joven’ y mencionó que no llevaba un anillo de bodas. Esto parecía desconcertar al presidente, la curiosidad era visible en su rostro, pero en general Trump parecía más impresionado por Rosales que por su esposo”.
La mañana del 5 de febrero de 2020 en la que Trump recibió a Guaidó, este le preguntó a su invitado qué pasaría si el ejército estadounidense se deshiciera de Maduro, relata Esper.
Lo que respondiera Guaidó en ese momento podría cambiar el curso de la historia, pero en cambio, “se movió incómodamente en su silla, tomado por sorpresa por la pregunta, pero haciendo todo lo posible por disfrazarla”, describió el exfuncionario.
“Afortunadamente, su respuesta no fue tan clara o inclinada hacia adelante como temía”.
“‘Por supuesto que siempre agradeceríamos la asistencia de EEUU’, dijo Guaidó, pero enfatizó que el pueblo venezolano, especialmente los que ahora viven al lado de Colombia, ‘quieren recuperar su país ellos mismos’”, escribió Esper que fue la respuesta que todos escucharon del líder opositor en la Oficina Oval.
En ese instante Esper le preguntó a Guaidó si “¿su gente realmente estaría dispuesta a organizarse, entrenar y luchar? Después de todo, el ejército de EEUU tenía la experiencia en el entrenamiento de fuerzas extranjeras, y esta era una solución mucho mejor que usar tropas estadounidenses contra Maduro”.
“Guaidó dio una respuesta indirecta que concluyó con él diciendo que ‘sí, lo harían’. No sonaba tranquilizador, admitió el exjefe del Pentágono.
La conversación pasó de una discusión sobre algún tipo de operación a gran escala a algo más parecido a una maniobra especial dirigida directamente a Maduro.
“Tenemos algunos planes en los que ustedes (el gobierno de EEUU) saben que estamos trabajando, simplemente aún no están listo”, comentó Guaidó, siempre según el libro.
“También hubo una referencia rápida a Florida. Cuando terminó la oración, sonrió, apartó la vista de mi e hizo contacto visual con Mauricio Claver-Carone, el director principal del Consejo de Seguridad Nacional que estaba presionando más fuertemente por una acción militar”.
“En algún momento llamé a Gina Haspel, la directora de la CIA, y le conté esta historia. Le dije que mi gente no estaba al tanto de ningún plan en desarrollo por parte de la oposición venezolana, y le pregunté si sabía alguno. Tampoco estaba enterada de nada, pero profundizaría un poco más. Si ella y yo no estábamos al tanto de ninguna operación especial de la oposición, entonces, ¿quién lo era?”, se preguntó Esper en sus memorias.
Por lo visto Guaidó y quienes asistieron al encuentro de la Casa Blanca se estaban refiriendo a la fallida Operación Gadeón, que marcó el final de una fase crítica en los intentos de la administración Trump de librarse de Maduro.
El 3 mayo de 2020, tres meses después de la visita del líder opositor a la Casa Blanca, dos exsoldados de las Fuerzas Especiales de EEUU lideraron un grupo de casi sesenta disidentes venezolanos en un intento fallido de infiltrarse en el país en pequeñas embarcaciones, llegar hasta la capital de Venezuela, Caracas, apoderarse de Maduro y derrocar al gobierno.
La Casa Blanca, incluyendo al propio Trump, se desmarcaron de este plan y negaron haber participado, pero ahora el libro de Esper siembra dudas de hasta dónde realmente fue el Consejo de Seguridad Nacional, liderado por O’Brien, el que estuvo detrás de todo sin el conocimiento de sus colegas.
Hasta donde el exsecretario de Defensa dice que conoció, el gobierno estadounidense no estuvo involucrado en la Operación Gadeón.
“Sin embargo, a menudo me preguntaba si este era el plan al que se refería el equipo de Guaidó en la Casa Blanca y de ser así, hasta qué punto el Consejo de Seguridad Nacional estaba al tanto e involucrado”.
Mucho antes de que Trump dejara la Casa Blanca, antiguos funcionarios que trabajaron en su administración, sobre todo en el CSN, se quejaron del caos y falta de profesionalismo con la que se tomaban decisiones clave.
Los relatos de Esper no solo sobre la situación de Venezuela respaldan estas afirmaciones con decenas de ejemplos y situaciones.
Cada vez queda claro que la posibilidad real de la augurada invasión a Venezuela quedó sepultada desde el mismo momento en que se conjeturó su posibilidad.
Es la conclusión más acertada de acuerdo con la mayoría de los altos funcionarios de seguridad que trabajaron con Trump y que han escrito sobre su paso por la administración del líder republicano. Las memorias del exsecretario Esper son la última muestra fiable.